sábado, 4 de junio de 2016

Tu tan tan

Alpargatas blancas, traje de baño rojo y remera manga corta verde, tenia Alberto, el dueño de la cochería cuyo servicio contratamos para trasladar tu cuerpo muerto de punto a a punto b. $2000 saldría el taxi en el que viajarías acostado. Justo vos, que siempre defendiste el transporte público aunque lloviera y te dejara a 8 cuadras del destino.
Destino debía ser, que fuera el desfachatado Alberto quien te llevara al punto b. Bueno, en realidad sería Daniel, el chofer que Alberto nos presentó justo antes de salir. El también estaba saliendo, lo acababan de llamar del geriátrico de la vuelta. Mercado cautivo. 
Cautivada me quedé al escuchar todo lo que el servicio incluiría. Nos mostro los coches, olor a pino fresco, y mentitas en los asientos. Podíamos hasta elegir la música para escuchar en el trayecto, sugirió que fuera algo de tu agrado, asique ambos pensamos en algún tango. 
Un tango tu trayecto, un tango tu muerte.
Deseada, esperada, tu muerte llego gastada, ni preocupación nos quedaba. Y es que solo queríamos eso, verte descansar después de tanto tiempo. Las ocho cuadras que te separaban de la parada a tu destino nunca las dejaste de caminar, ni aunque fueran 10, 15. Ni aunque estuvieras cansado de lluvia y cargar con nosotros, ni aunque estuvieras estresado corriendo detrás del reloj caprichoso de tu patrón. Podían ser 8, 10 15.

Lamentamos profundamente deshonrarte de tal modo, supimos en el momento que vos hubieras decidido otra cosa. Que no hace falta pichones, que para qué gastar tanto, que mejor comprarse algo lindo o guardarlo para sea necesario. Resulta que que nunca tuvimos acuerdo para establecer necesidades, y la urgencia llamaba, habíamos pasado 45 y 48 años viendo una maquina sin cesar hasta el último de sus alientos. No hubo distancia, clima o enfermedad que pudiera detenerte. Solo respiros en esas pausas dramáticas, cuando todo lo sostiene una sola nota, hasta llegar al final pesado para luego, al rato, volver a empezar.

Por fin llego tu tan tan.