lunes, 10 de enero de 2011

sesabrácuandosesepa

Noche de galletas y pijamas invitan a la joven a autoevaluar sus pasados comportamientos.
primer escena: último llanto. considera si valio o no la pena, si fue bien colocado o no. con la galleta en la boca, piensa que el llanto le es inevitable en ciertas ocasiones, y balbucea para sí misma algo sobre el alivio del alma, y considera la deglución de una galleta más.
segunda escena: el cuerpo. la sintomatología de los problemas parecen estar haciendose más y más presentes a medida que el cuerpo toma lugar en su mente. encuentra la ironía en dicha lógica, y concluye que como todo en la vida, aqui la única ley que rige es la de Murphy, y decide no comer más galletas. En parte porque son grasosas y ya se comio la mitad del paquete, y en parte porque se le acabó la botellita de villavicencio a su derecha.
tercer escena: último amor. pensar en eso le abruma la mente. quiere descartar esta clase de pensamientos rápidamente porque sabe que terminarían en un cuestionamiento de la naturaleza del amor y eso la remonta a epocas lejanas y ya casi ajenas, que no desea traer nuevamente a la mesa.. Aunque le sea un poco ineludible ya que las condiciones son propicias para eso.
cuarta escena: próximo amor. no sabe no contesta. es posible que la intriga un buen día la mate, la constante necesidad del qué va a venir un día va a hacer colapsar su sistema, asiente con la cabeza y se da cuenta de que nada se sabe, nadie sabe, y le cuesta aceptarlo. nuevamente, pensamiento demasiado gigante para una mente en un contexto de galleta y pijama. el futuro es incierto hasta para los más pensantes. para los obsesivos, para los relajados, nada se sabe ni se supo. se sabrá cuando se sepa.

escrito en 3 canciones.

temirarte



La mayoría de los mejores días de tu vida, empiezan como un día normal. Te levantas, escuchas pajaritos en la ventana, la ropa te queda cómoda y los zapatos no aprietan tanto. Así lo arrancas, en neutro, te metes en el subte y cuando ves que esta vacío empezas a sospechar que va a ser uno de esos días memorables. En tus oídos suena el disco blanco de Los Beatles lo que ya te prepara un buen humor. En el laburo corre todo con normalidad, los papeles que tenías que enviar ya estaban listos para cuando llegaste. El cafecito de media mañana te salio 50 centavos más barato porque a la chica del bar se le había roto la máquina y te tuvo que dar de filtro, pero así te gustó también. A la tarde hubo una mínima preocupación porque no encontrabas el recibo de compra de ese maldito aire acondicionado que pusiste en la oficina y se lo tenías que pasar a tu superior. Claro que cuando tu compañero te recordó que el ya se lo había dado todo volvió a la calma. Entre pitos y flautas, se hicieron las 5 de la tarde y ya te habías quedado sin más cosas para hacer.
Pasa tu jefe y te dice “-Gutierrez, si ya terminó se puede ir ahora, a ver si zafa de la hora pico—“. Agarras la mochila y te acordás que tenías una fruta (para el postre habías pensado). Terminando la manzana verde te subís al subte (un poco más lleno que a la mañana) y te ves a vos mismo ahí, en el reflejo de la ventanilla. Te ves tranquilo, descansado, y realizado. En tu mirada encontrás que la simpleza de un día más, te provoca un gustito en el fondo de la garganta que querés seguir a todas partes. Te das cuenta que tus exigencias no son tantas ni tan complicadas; si es posible que la manzana no este arenosa, escuchar el tema Cry Baby Cry de vez en cuando y que los zapatos no te apreten tanto el dedo chiquito del pie derecho. Pero sobre todo, poder mirarte a los ojos en tu relfejo, y decirte a vos mismo


“-Hoy fue un buen día, ¿no Gutierrez?”

pre ten der








La vida entera es una obra de teatro. Todos somos actores de un gran escenario cuya escenografía varía según las circunstancias. Los personajes principales duran toda la obra. Los secundarios van y vienen. La pregunta del espectador, es cómo distinguir aquel que durará por siempre y cómo no confundir a los farsantes protagonistas. Aquellos que pretenden ocupar un espacio y un tiempo, que crean expectativas y enamoran a la audiencia. Uno debe tener cuidado de personajes como esos. Es correcto admitir que le adhieren un gustito a la trama, que movilizan y entretienen. Hay algunos que contribuyen más o menos al hilo de acción, generalmente son ricos en características, y poseen enigmáticas personalidades que cuadran o no en el contexto. Lo interesante siempre es ver la reacción del o de los personajes principales ante tales cualidades. Se produce un momento, un instante de duda, y los ojos del espectador quedan maravillados. No se sabe qué esperar o anticipar, y flota en el aire una mezcla de intriga y suspenso que luego se desarrollara en un sentimiento de compasión, desprecio, odio y quizás hasta lastima. 
Sí.
No hay obra sin personajes secundarios.
No hay tiempo ni espacio para solamente protagonistas.

Tengo un par de problemas..

Me gustan todas tus sonrisas.
Me gusta que cuando te enojás hay una vena en el cuello que se te pone verde moco.
Me gusta que cuando no entendés algo, pones la mirada como perdida, tratando de revisar mentalmente lo que te acaban de decir.
Me gusta que cuando te pido que pongas la cara más fea que se te ocurra, lo hagas sin dudarlo.
Me gustan tus manos, y me gusta que te moleste que te transpiren cuando me ves. Me gusta como levantas el entrecejo y se te debilita la cara cada vez que ves un perro, por más croto y feo que sea.
Me gusta que no sepas cocinar y admires a la gente que lo sabe.
Me gusta que me enseñes sobre cosas que no sé y que te quejes de que me las tengas que repetir cada vez que me las olvido.
Me gusta que no te importe el pelo ni la barba, pero que siempre encuentres la manera de estar desarregladamente prolijo.
Me gusta la cara que pones cuando no sabes muy bien lo que estás diciendo, pero lo terminás de decir igual porque tal vez, para cuando termines la oración algo de todo eso que dijiste tenga sentido.
Me gusta que pases la mano por cada alambrado que encuentres por la calle (yo también lo hago).
Me gusta tu frustración cuando no te dejo hablar, y la bronca que te da mi verborragia.
Me gusta que comas la lechuga con queso rayado.
Me gusta que se te pongan vidriosos los ojos de odio y tristeza cada vez que tus viejos se pelean (te hace humano).
Me gusta que tengas los pantalones bien puestos al admitir que alguna vez pensaste como se llamarían nuestros hijos.
Me gusta que no le tengas miedo a los insectos, y que no comprendas del todo mi pánico a las arañas.
Me gusta que cuestiones las posiciones de los maniquíes de las vidrieras mientras yo miro la ropa.
Me gusta verte leer, es interesantísimo.
Me gusta que trates de descifrar mis arranques mensuales, y que nunca te des por vencido buscandole la lógica (ya te dije mil veces que no la hay).
Me gusta que te tomes el tiempo de convencerme de que no necesito ni maquillaje, ni push up, ni planchita para desarmarte.
Me gusta que me hables de autos como si entendiera.


Me gusta la manera de poner todas las cartas sobre la mesa que tenes cuando hablás. Me gustan tus simplezas y tus excentricidades. Tus locuras y tus corduras. Tus palabras.


..pero tus silencios tanto no.