lunes, 10 de enero de 2011

pre ten der








La vida entera es una obra de teatro. Todos somos actores de un gran escenario cuya escenografía varía según las circunstancias. Los personajes principales duran toda la obra. Los secundarios van y vienen. La pregunta del espectador, es cómo distinguir aquel que durará por siempre y cómo no confundir a los farsantes protagonistas. Aquellos que pretenden ocupar un espacio y un tiempo, que crean expectativas y enamoran a la audiencia. Uno debe tener cuidado de personajes como esos. Es correcto admitir que le adhieren un gustito a la trama, que movilizan y entretienen. Hay algunos que contribuyen más o menos al hilo de acción, generalmente son ricos en características, y poseen enigmáticas personalidades que cuadran o no en el contexto. Lo interesante siempre es ver la reacción del o de los personajes principales ante tales cualidades. Se produce un momento, un instante de duda, y los ojos del espectador quedan maravillados. No se sabe qué esperar o anticipar, y flota en el aire una mezcla de intriga y suspenso que luego se desarrollara en un sentimiento de compasión, desprecio, odio y quizás hasta lastima. 
Sí.
No hay obra sin personajes secundarios.
No hay tiempo ni espacio para solamente protagonistas.

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