martes, 17 de abril de 2012

Hueco

Ojo, estoy un poco más depilada que ella. 
Mi brazo izquierdo llegó hace rato. Ahí se yergue, perpendicular a mi torso, con una leve curvatura hacia adentro. Los dedos están relajados, y predispuestos. El derecho lentamente emula a su gemelo, quizás el ángulo de la axila sea un par de grados menor, pero las manos están ambas igual de relajadas. Mi pecho no se pasa de la línea que mi pelvis dibuja en el aire, los hombros están libres de contracturas, esperando.

En silencio y sin molestar, esperan que des todas las vueltas que tengas de dar, antes de entrar en este paciente abrazo. 

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