jueves, 12 de marzo de 2015

Waiting II




Las salas de espera están en el top cinco de lugares infernales. Justo entre la cola del pago facil y el asiento trasero de un taxi en pleno embotellamiento. Creo que lo que califica a estos lugares como hospedaje de lo malvado y lo irritante es justamente la violenta exposición a la imposibilidad de hacer algo para que el sufrimiento termine.
Como víctima voluntaria de secuestro no tan express y ciertamente sin adrenalina, me veo embebida en el sopor de esta prisión beige con maquina de cafe que solo funciona a monedas. Algunos de Mis compañeros de celda, para nada emocionantes, optan por revisar sus carteras, otros cabecean una siesta fuera de horario, y los mas dichosos y provisorios, se leen unos capítulos de la novelita de mesa de luz. Cada 15, o 20 minutos los presos practicamos nuestra coreografía. Suena una puerta que se abre, y las miradas buscan desesperadamente el sonar de su apellido. Los que llevamos aquí mas tiempo, tenemos el oído entrenado, y sabemos distinguir aquellas puertas que no son mas que falsas esperanzas.
Las carceleras, con su bello pañuelito e impecable maquillaje, me miran desde su podio de telefonos y sellos, gozando castigarme por colgada al decirme:
'Los turnos tienen prioridad. Usted tiene un sobreturno'
Ah, la tortura al sobreturnado. Condenada de nacimiento, a tener que hacerme un pequeño lugar entre las personas con verdadera entidad. Como si no estuviera aqui, pidiendo perdon y permiso si total lo mio es revisacion nomas, sufro la misma pausa temporal, pero con culpa, por colgada.
A usted, señor Sistema de salud privada y publica, grandes hospitales o salita de emergencia en pequeña localidad del interior, aqui estamos, y decimos basta. Basta ya de kamasutra en estas sillas semiacolchonadas todas unidas. Basta ya de repasar una y otra vez el plano de salida de emergencia. Basta ya de revistas de chimentos de 1999, con Gabriela Sabatini en su portada.  Somos nosotros los que estamos en su cautiverio, implorando unos minutos de protagonismo ante los ojos sabios de la ciencia. Somos nosotros, los pacientes de la espera, los que hoy entre bostezos y contracturas decimos basta.

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