lunes, 8 de agosto de 2011

Cuestiones de barrio


Estas calles conducen todas al mismo lugar.
Los árboles las decoran, los nenes tatúan momentaneamente sobre ellas las entretenidas rayuelas. Algún jóven las ensucia, dejando el papelito envoltorio del chupetín que su novia le regalo la noche anterior. Alguna anciana las barre, y maldice al vecino que deja a Julio el perro hacer sus necesidades sobre las veredas. Los turistas las miran con asombro y las comparan con las de su país natal, mientras las recorren con guía en mano.
A estas calles las caminan parejas nuevas,
parejas desparejas,
parejas que pronto dejaran de emparejarse,
parejas que ojála dejaran de emparejarse.
El asfalto, los adoquines, presencian discusiones, llantos, helados, y cafés.
El cordón de las veredas se ríe de aquellas pollerudas que pisan con sus tacos los enormes charcos de agua. Han sido pateadas por pasajeros que el colectivero decidió no levantar en un ruidoso día de lluvia. Han sido escupidas por hombres maleducados, y adolescentes compitiendo. Han sido arregladas, rearregladas, clausuradas y habilitadas por innumerables gentes del estado (aunque algunas también fueron olvidadas). Las hay encantadoras, estremecedoras, intimidantes, en subida, en bajada.
Hay calles que te hacen viajar con la mente a lugares que nunca conociste.
Hay calles de tierra, esas son las mas sabias.
Hay de adoquines, que tienen alguna que otra historia para contar.
Hay de asfalto, perdidas en la velocidad no sienten más nada, hasta la misma muerte.
Sí, las calles también mueren. En algún punto, todos somos calles.. y la vida nos camina por arriba.

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